¿Es posible qué te haya matado la depresión?

- marzo 07, 2020

Tuve la fortuna «que de fortunoso no tiene nada» de ver la soledad con mis propios ojos. Se vestía de señora con miedo, ella mostró sus garras cuando me le acerque, imagino temerosa de que le quitara su puesto.

Tenía mucho que había echado raíces, cultivado tristezas, manteniendo a su víctima presa… Me miro la vejez, ella ya no se sentía feliz de ser vieja, su tímida sonrisa demostró desvirtud, el complejo sentimiento de sentir que se vive sin plenitud. Y tus sentidos ya no funcionaban abuela, ¿me mirabas a mí? O ¿solo reconoces a una muchacha cualquiera? Te veías bien, pero vislumbre como tus ojos brillaban, quien sabe si de felicidad o tristeza. Hay alguien que te acompaña, pero a ella le pagan por ayudarte y hacerte la cena. Perteneces al mundo de los que son cuidados, y no pueden cuidar, de los que son tomados como carga… pero tú eres mucho más. Te tome de la mano y me dejaste sucia del llanto de tus noches insufribles ante la evidente y despreocupada vida que te olvido, te olvidaron quienes te querían, y murió tu compañero de vida. Tu tristeza no te deja quieta, ves el reloj, sabes que ya tocó, la hora de que todos vuelvan. Esperar otro día, algún día a que vuelvan a recordar a aquella mujer que les dio la vida…

Y desde luego, perdona.

Todos te quisieron ver cuando era demasiado tarde. Tus gestos, tus graciosos gestos, ahora eran la inerte cara de ojos perdidos que miraban hacia la nada. Respirabas, pero tu alma se refugia en algún cielo, dulce y buena mujer samaritana. Y después vinieron las flores… sin embargo ¿cuántas de ellas pudiste llevarte a dónde fuiste?, y por cierto, ¿no quedaban asientos libres? Hombres de batas blanca avisaron sobre tu lecho, “el cáncer la mato” yo solo logre ver la sombra de la soledad creciendo en tu alrededor.